¿Por qué “Emaús, un camino de ida y vuelta?

El camino de ida hacía Emaús es expresión del sinsentido, de la desesperanza, de que lo único que queda es esperar que venga otro que nos haga vibrar; es la desolación, la tristeza. Muchas veces este camino de ida a Emaús puede ser un reflejo de la propia vida.

Pero en este camino, el Maestro se hace el encontradizo con el ser humano. Y el Maestro enseña, explica la Escritura, con una pedagogía que hace salir a la luz la verdad del propio hombre, la verdad de su vida, en la que muchas veces se queda, como los caminantes a Emaús, parado y entristecido.

El encuentro con Jesús, el Maestro, el Cristo, es inesperado y sorprendente.

Él puede hacer el ademán de querer seguir caminando sin nosotros, en muchas ocasiones puede parecer que nos deja solos. Pero es nuestra insistencia la que hará que se quede, porque Él quiere quedarse, pero no a costa de nuestra libertad.

“Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado”.

Y Jesús, el Maestro, el Señor, se queda. Todavía no lo hemos reconocido, aún no sabemos que es Él, nos queda un paso más. Y ese paso se da en la mesa, en la comida, en la intimidad: el Desconocido parte el pan.

Y se abren los ojos y le reconocemos. Pero la alegría no puede quedarse en la intimidad, en la casa. Al igual que los de Emaús, hemos de levantarnos al momento, aunque sea de noche, a comunicar a los demás la alegría del encuentro porque nuestro corazón ardía cuando en el camino el Maestro nos explicaba la Escritura y le reconocimos en la fracción del pan.

sábado, 30 de abril de 2011

JUAN PABLO II: "No tengan miedo de abrir de par en par las puertas a Cristo"

Mañana, 1 de mayo, Juan Pablo II, el Papa Grande, va a ser beatificado en Roma.
La verdad, son demasiados recuerdos los que se agolpan en la memoria. Sobre todo de aquel viaje de 1982, el primero que hizo a nuestro país: sus palabras llenas de fe y de entusiasmo y que transmitían lo mismo; sus celebraciones; su presencia; aquellas noches frente a la Nunciatura cantando sin parar hasta que se asomaba... y aquel inolvidable 3 de noviembre de 1982.
Por la mañana en al Ciudad Universitaria de Madrid, donde fuimos reuniéndonos hasta que forzamos aquella salida en la que saludó a todos los que nos habíamos juntado allá. De esa mañana ante todo el recuerdo de una mano sobre la cabeza haciendo la señal de la cruz...
Y por la tarde... la locura. Cuatro horas para entrar en el estadio Santiago Bernabeu estallaba en cantos, en júbilo, en alegría. Tuve la suerte de estar sobre el mismo terreno de juego, en el césped, de forma que pude verle desde muy cerca. Aunque, la verdad, incluso el que estaba en la grada más alta del estadio lo sentia igual de cerca que yo.
Cuando entró el Papa hasta el suelo temblaba. Literalmente. Y la línea del metro aún no se había construido, por si alguna mente avispada supusiera que era el paso del suburbano por debajo del estadio.
Fueron días intensos, viajes, apretujones, dormir poco... pero no importaba, no se sentía el cansancio ni las apreturas, había algo que nos impulsaba a oír las palabras de aquel hombre de alta estatura y vestido de blanco. Palabras a veces duras, pero llenas de esperanza. De la esperanza en Aquél a quien tanto él como nosotros queríamos seguir: Jesús de Nazaret, el Cristo, el Hijo de Dios vivo.
Desde estas palabras quisiera agradecer todo lo que él me transmitió y nos transmitió a muchos jóvenes de aquel momento, aquellos que teníamos entre 20 y 25 años. Gracias por indicarnos el camino, por que se atrevió a gritarnos y a gritar al mundo entero aquellas palabras con las que inició su pontificado: "No tengáis miedo de abrir de par en par las puertas a Cristo"
Dejo aquí algunos de los vídeos que resumen el viaje de Juan Pablo II en aquellos días.