¿Por qué “Emaús, un camino de ida y vuelta?

El camino de ida hacía Emaús es expresión del sinsentido, de la desesperanza, de que lo único que queda es esperar que venga otro que nos haga vibrar; es la desolación, la tristeza. Muchas veces este camino de ida a Emaús puede ser un reflejo de la propia vida.

Pero en este camino, el Maestro se hace el encontradizo con el ser humano. Y el Maestro enseña, explica la Escritura, con una pedagogía que hace salir a la luz la verdad del propio hombre, la verdad de su vida, en la que muchas veces se queda, como los caminantes a Emaús, parado y entristecido.

El encuentro con Jesús, el Maestro, el Cristo, es inesperado y sorprendente.

Él puede hacer el ademán de querer seguir caminando sin nosotros, en muchas ocasiones puede parecer que nos deja solos. Pero es nuestra insistencia la que hará que se quede, porque Él quiere quedarse, pero no a costa de nuestra libertad.

“Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado”.

Y Jesús, el Maestro, el Señor, se queda. Todavía no lo hemos reconocido, aún no sabemos que es Él, nos queda un paso más. Y ese paso se da en la mesa, en la comida, en la intimidad: el Desconocido parte el pan.

Y se abren los ojos y le reconocemos. Pero la alegría no puede quedarse en la intimidad, en la casa. Al igual que los de Emaús, hemos de levantarnos al momento, aunque sea de noche, a comunicar a los demás la alegría del encuentro porque nuestro corazón ardía cuando en el camino el Maestro nos explicaba la Escritura y le reconocimos en la fracción del pan.

martes, 27 de noviembre de 2012

Las Catedrales de la Edad Media

Una catequesis de Benedicto XVI sobre las Catedrales

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